Desde hace meses las apuestas están abiertas para adivinar quién será el próximo presidente de los Estados Unidos y ganar dinero con ello. Si bien Donald Trump era el favorito hace unos meses, en estos momentos el candidato demócrata es el mejor situado para hacerse con las elecciones aunque también hay pronósticos en torno a las posibilidades de los vicepresidentes, el Senado y la Cámara de Representantes. Tantos, que algunas firmas han visto batir todos sus records. Es el caso de la empresa británica Betfair, que esta semana ha visto cómo su mercado superaba los 200 millones de libras esterlinas. Su pronóstico: más de un 60% de probabilidades para la victoria de Biden.
Debido a que los juegos de azar en las elecciones están prohibidos en los Estados Unidos si se hacen de forma física, las apuestas se realizan on line, pudiendo elegir entre un gran número de compañías. Muchas de ellas son europeas y están ubicadas casi todas en el Reino Unido. Bovada, Samrtkets, Spradex, Betfair, Bwin, William Hill, Unibet, Betsson y Unibet (las tres últimas de Austria y Suecia, respectivamente) son algunas de ellas y todas han experimentado un alto volumen de negocio.
Indicador fiable
En estos momentos las casas de apuestas están pagando de media 1’47 euros por la victoria de Biden y 2’5 euros por la de Trump. Pero lo más interesante es que, sin ser un medidor infalible, se consideran un indicador fiable para saber cómo se desarrolla la intención de voto. De hecho, mientras en 2016 las encuestas daban la victoria a Hillary Clinton, algunas casas de apuestas se inclinaron por Trump, quien finalmente se alzó con la victoria.
En esta ocasión el actual mandatario, cuyas opciones son casi inexistentes según las encuestas, sí cuenta con un 40% de posibilidades en base a los 2’5 euros de las apuestas, según la plataforma Guesser, una startup española dedicada a los mercados de apuestas políticas. Esta compañía, que trabaja en colaboración con las principales casas de apuestas del Reino Unido, asegura que “la presidencia de Estados Unidos permanece mucho más disputada en los mercados de apuestas que en cualquier otro pronóstico”. Y añade que “más del 70% del dinero apostado ha sido a favor del actual presidente”, siendo esta una tendencia que podría continuar hasta el martes, ampliando las opciones de los republicanos.
Pensilvania en el radar
Uno de los sitios que están recibiendo un seguimiento especial en estas elecciones es Pensilvania, uno de los considerados “estado bisagra” que ha ido cambiado su voto en las últimas elecciones (2016 para Trump y 2012 y 2008 para Obama) y otorga 20 votos electorales al ganador.
Este estado, que fue decisivo para dar la victoria a los republicanos hace cuatro años y puede volver a serlo, recibe en estos momentos un 40% de posibilidades de ser el territorio que marque la pauta de la victoria al resto del país, según la web de predicciones FiveThirtyEight. De hecho, sería difícil que ninguno de los dos candidatos llegara a la Casa Blanca sin ganar en este estado.
¿Y qué dice el mercado de apuestas en este caso? Pues otorga una ventaja a Biden del 59% frente al 41% de Donald Trump, según una media de resultados, que resulta muy homogénea con las previsiones de resultados del resto del país.
Fiables pero no infalibles
Sin embargo, aun siendo resultados en principio coherentes, las casas de apuestas no son infalibles. Por ello, aunque cada vez hay más empresas deportivas que aceptan quinielas políticas, se espera que vayan mejorando sus instrumentos de predicción, entre otras cosas porque a veces están demasiado centrados en los mercados, que pueden resultar volátiles, y en otros factores difíciles de controlar.
Aunque hay un elemento que sí suele funcionar, y es el hecho de que las personas apuesten su propio dinero, lo que hace que la decisión sea más meditada e intente ser lo más ajustada posible a la realidad. Según los expertos, la gran cantidad de información existente hoy en día permite a las personas tomar sus propias decisiones de una manera menos más fundamentada, sobre todo si lo comparamos con la opinión que se da a los encuestadores, que puede ser más caprichosa según las circunstancias en las que cada uno se encuentre a la hora de la encuesta.